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Presentación de Teatra sobre las aguas del Sena, a bordo de La Guinguette Pirate, teatrillo-galeón flotante, atracado a los pies de la Biblioteca Nacional de París. (De izq. A dcha.): José Andrés Rojo, Ignacio García May, Alfonso Armada, Fernando Arrabal y Juan Antonio Vizcaíno. La figura del Maestro pánico eclipsa la presencia de Juan Manuel Sánchez, 5º miembro de Teatra presente en el acto.

Teatra visita el Cementerio de Père Lachaise, la misma mañana de su desembarco en París. De izq. a dcha.: Miguel Ángel Valmaseda (invitado), José Andrés Rojo, Juan Antonio Vizcaíno, Ignacio Gª May, Juan Manuel Sánchez.

Teatra y sus invitados de visita a Père Lachaise. De izq. a dhca.; José Andrés Rojo, Ignacio Gª May, José Manuel Ocaña y Miguel Ángel Valmaseda (invitados) y Juan Manuel Sánchez.

Juan Antonio Vizcaíno al pie de una estatua de Père Lachaise.

Juan Antonio Vizcaíno y Alfonso Armada, ante la Iglesia de Nôtre Dame de París, el día posterior al acto de presentación de Teatra sobre las aguas del Sena.

Aspecto que mostraba la Iglesia de Nótre Dame, el último día de la visita de Teatra a París. (Foto: Juan Antonio Vizcaíno).

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Tarjeta de presentación de Teatra 12-13 en París

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Trasera de la tarjeta de presentación de Teatra 12-13 en París

Madrid París y viceversa

Juan Antonio Vizcaíno

Si París "bien valió una misa" para el Rey Enrique IV de Francia; para los de la revista Teatra, París bien mereció un viaje de ida y vuelta en tren expreso.

De lo de Teatra con la capital del Sena tuvo la culpa Luis Jiménez, creador y director del Festival de Théâtre Hispanique Don Quijote, de París. Si en 1997 había invitado a su director, Juan Antonio Vizcaíno, para el 98 invitó a toda la redacción de la revista. El objetivo era realizar en el marco del Festival una de las presentaciones escenificadas de Teatra, la del número 12-13, dedicado a la Muerte.

Teatra había querido presentarse en París inicialmente en el Cementerio de Père Lachaise, donde moran los restos de tanto escritor célebre. El gran pulmón mortuorio parisino denegó la solicitud de Teatra, por no encontrarse previstas las ginkanas literarias entre sus actividades.

El segundo lugar en que Teatra intentó comparecer ante los parisinos fue nada menos que el Museo del Louvre, como si del fantasma Belfegor se tratase. La base del Donjon del Louvre (la torre principal de la fortaleza de Phillip Auguste) fue la segunda apuesta de Teatra como posible cuna francesa del nuevo número de su revista.

El Donjon actual lo constituyen los fosos y cimientos medievales de la torre del Homenaje del viejo Louvre. Con ese savoir faire francés tan admirable, los espacios subterráneos del Donjon habían sido remozados e iluminados como en una gran película gótica. Que los invitados de Teatra en París, tuviesen la oportunidad de deambular por la oscuridad de las tripas de piedra del antiguo castillo medieval, podría tornarse una experiencia telúrica: como un ensayo del descendimiento final a su propio sepulcro.

Los gestores del Museo debieron confundir a Teatra con Vogue o Harper's Bazaar. Media hora de alquiler del Donjon superaba el millón de pesetas. Tanto los del Festival Don Quijote, como los de Teatra, esbozaron su mejor sonrisa. Había que pensar en otra vía de acceso de la revista hasta la capital de Francia.

Finalmente Teatra se presentó en París a bordo de una nave pirata, atracada en los muelles del Sena, a los pies de la escalinata de la Bibliothèque Nationale François Mitterrand. La melange no pudo ser más heterodoxa; parecía más que una solución de última hora, una estrategia finamente calculada.

La Guinguette Pirate era un barco-teatro-escuela, cuna de experiencias culturales alternativas, a la par que bebestorio y restaurante. Las guinguettes parisinas podrían entenderse como esas ventas populares de los alrededores, donde se podía beber y comer gratamente al filo de la naturaleza; los pintores impresionistas retrataron más de una de ellas. Los dueños de nuestra guinguette flotante la utilizaban también como vivienda. Aunque lo más sugerente, fue saber que aquel viejo galeón había navegado por los grandes ríos de Europa, y probablemente en más de una ocasión se había hecho a la mar, con ganas de perderse para dar la vuelta al mundo. En ciento cincuenta años de singladura había tenido tiempo de conocer más de un capitán y un puerto.

Los de Teatra habían introducido furtivamente en el Expreso Puerta del Sol (Madrid-París y viceversa) una caja de pirotecnia española, (comprada de contrabando en un 3º piso de la calle Leganitos madrileña), con la que pensaban iluminar la entrada al barco durante el acto. Dos cañones de suelo escupirían sendos chorros de fuego blanco, a ambos lados de la pasarela de acceso a la Guinguette pirata. A pesar de la clandestinidad invertida por Teatra en introducir artefactos de fuego en la gran patria francesa, cuando llegó la hora de encenderlos, la profunda lluvia otoñal que caía sobre París les disuadió de su empeño.

El interior del barco era confortable y vetusto como una sala chippendale de las grandes mansiones de la campiña inglesa. En aquella sacristía progresista todo era de madera oscura, bruñida durante más de un siglo. Los barcos llevan los ojos en sus costados, a los circulares les llaman de ojo de buey; los de la Guinguette eran más bien de Onsén japonés: abiertos y gratificantes. A través de sus ventanales podían verse los jardines de agua que formaban las luces sobre la superficie agitada del río. Con tanta lluvia, y en el interior de aquel ambiente nodrizo con nostalgia de bosque, la presentación parisina de Teatra debió parecer un funeral en una capilla flotante.

La menguada redacción de Teatra presente en el acto (J. A. Rojo, I. Gª May, A. Armada, J. M. Sánchez –oculto por Arrabal- y J. A. Vizcaíno, a la derecha) flanqueó de pie a Fernando Arrabal durante su presentación pirata y científica de la nueva entrega de la revista. Si el demiurgo melillense portaba en su mano la nueva Teatra como si fuese un abanico, los redactores le secundaban estáticos con sendas calaveras ardiendo.

La imagen de caballeros españoles del Greco –cráneo en mano– que formaban los de Teatra, contrastaba con una suerte de esqueletos colgantes que pendían de sus cuellos como corbatas. A continuación del concierto de Arrabal, el director de la revista leyó el texto de Muerteatra ante la selecta concurrencia. Finalmente se sirvió un vino español, y comenzó la fiesta flotante de los muertos.

Tras haber visitado el Cementerio de Père Lachaise, la mañana que llegaron; de haber acudido y descendido al Donjon del Louvre; y de haber presentado su revista sobre y bajo las aguas del Sena; la redacción de Teatra retomó en la Gáre d'Austerlitz su tren expreso para regresar confortablemente a España. Con ellos volvía a hacer el viaje de vuelta, una caja cuajada de bengalas y surtida pirotecnia hispana. La explosión de Teatra en París había quedado pendiente.

Palabras de Arrabal en la presentación en París

Fernando Arrabal
París 28 de Noviembre de 1998

Esta revista que se presenta aquí esta noche se llama Teatra, y este número está consagrado a la muerte como origen del teatro. Con esta nueva entrega, Teatra se inscribe en la tradición de los grandes libros y revistas de vanguardia que han tratado el tema de la muerte.

En Teatra, la muerte está evocada de una manera erudita y festiva al mismo tiempo; es una formidable broma y es también una formidable lección. Porque, ¿qué es el teatro sino la ceremonia de la aceptación de la muerte? El primer acto cultural que hicieron nuestros antepasados fue observar que morimos, y frente al descubrimiento de la muerte, comenzaron a pensar en la posibilidad de que hubiera otras causas por las que estamos en el mundo, y a partir de entonces decidieron hacer algo festivo. El origen del teatro no está sólo en esas ceremonias fálicas de la primavera de las que nos hablan ciertos eruditos, sino en el contacto con una causa superior, la de la muerte, lo que hizo al hombre afrontar la necesidad del teatro.

Esta muerte que está en Teatra, es la misma que ha estado presente en todas las vanguardias como origen de la vida. Esto es lo que reivindica Teatra (que no encuentro palabras suficientes en el diccionario para elogiarles y para manifestar lo honrado que me siento de estar con ellos).

Teatra al evocar la muerte, evoca a Posada, el grabador y dibujante mexicano que muchos pensaron que era una persona popular en el sentido kitsh de la palabra, pero también en el sentido más noble y más alto de la palabra popular. Igualmente evocan a Max Aub, a Ramón Gómez de la Serna, o a Bertolt Brecht.

Teatra refleja en este número un sentido japonés, un sentido oriental de la muerte como renacimiento. Desde esta visión festiva de la muerte ellos se preguntan qué es hoy la muerte para la vanguardia (esa palabra que tanto frustró a Baudelaire e incluso a mí mismo), qué sentido conserva la muerte en la sociedad contemporánea. Y concluyen con la idea de que la muerte va a terminar gracias a la maravilla de la clonación, ese monumento científico que va a acabar definitivamente con la muerte.

MUERTEATRA o el Teatro de la muerte

Juan Antonio Vizcaíno

Muerteatra es la primera aparición doble de Teatra tras un par de años de silencio obligado. Teatra regresa cual ave fénix, convertida en una serpiente de dos cabezas: en una se prefigura la muerte, en otra la alegría. Una revista que tras cada número siempre se da por acabada es una revista cataléptica, que ha sido rescatada de los confines del Hades. En este número nos cuenta sus experiencias del lado de los muertos. ¿Cómo no va a ser alegre si con cada nueva entrega no hace sino celebrar que sigue viva? Hablar de la muerte, dibujarla, pintarla, acariciarla, invocarla: todo eso se intenta en muerteatra para conjurar el fin y regresar con la camisa empapada de vitalismo. La muerte no es sólo lo que irrumpe al final, es lo que más fielmente nos acompaña durante toda la vida.

Los lugares que mejor revelan el carácter de una ciudad desconocida al viajero son los mercados de abastos y los cementerios. Todo el sentir de un pueblo se expresa en cómo se alimenta para seguir vivo y en cómo honra y cuida la memoria de sus muertos. Con esta misma fruición se conjuga muerteatra: entre la fruta y la osamenta. Siempre se ha dicho que el rasgo que prima en el carácter español es el barroco. Y, ¿en qué época se ha desplegado con más artificio y parafernalia la iconografía contrarreformista de la muerte sino en el barroco español?

La fiesta de la muerte más alegre del mundo se celebra la noche de difuntos en México. Calaveras de mazapán, esqueletos de azúcar y titihuesos de caramelo en la noche mexicana de los muertos. Teatra se ha puesto para salir a escena en esta ocasión una máscara de México. José Guadalupe Posada, Frida Kahlo y Diego Rivera se han colado solos en estas páginas como sumos sacerdotes y profetas visionarios de Muerteatra.

En este número dedicamos una sección a dramaturgos españoles que tuvieron que marcharse a París. Creadores como Arrabal o Arroyo, que comenzaron su obra en los años cincuenta o sesenta en una España esclerotizada frente al arte y el teatro contemporáneos, tuvieron que coger sus bártulos y marcharse a la capital francesa para encontrar interlocutores válidos. Más tarde lo hizo Agustín Gómez Arcos (a quien también le llegó el turno de subirse al autobús de Caronte y anda viajando por esos pagos de la muerte) para ser estrenado y reconocido finalmente como un gran novelista francófono. Más recientemente, Javier Tomeo encontró en Francia lo que su país no supo darle: un interés por adaptar sus novelas a la escena y cuyo éxito catapultó internacionalmente al autor baturro. Lo inclasificables que resultaban estos autores para la escena española les llevó a sembrar las semillas de su talento en los escenarios parisinos como su terreno natural. Al menos en esas décadas (y nos tememos que durante bastantes más años), París se convirtió en la capital cultural de España: París, es la ciudad civilizada más cercana a nuestro país.

Fue precisamente en la capital francesa, y hace ahora justo un año, cuando en un cónclave sobre teatro y revistas de teatro descubrí el privilegio de Teatra, que salió a ruedo en un ámbito cultural donde acababa de fundarse la revista El Público y donde existía desde hacía décadas Primer Acto. Esas hermanas mayores de Teatra cumplían con creces la tarea de informar de la realidad teatral de nuestro país. Teatra tuvo coartada para volar, para investigar, para jugar. En medio de ese carácter transgresor de la publicación comenzaron a cruzarse y a fijarse en sus páginas la voz de los maestros y de los discípulos, la de los viejos sabios injustamente olvidados y la de los entusiastas jóvenes que tenían todo un camino por delante para demostrar su valor. De esta forma, Teatra dio voz a los márgenes. En nuestra revista comenzaron a oírse las voces de los que ya habían pasado de moda o las de los que aún no habían conseguido llegar a estarlo. Prueba de que los maestros trajeron su voz a Teatra fue la rápida desaparición del mundo de los vivos tras publicar nuestras entrevistas. Parecía que las páginas de Teatra, como las de un famoso libro envenenado, fulminaran a sus entrevistados: José Luis Alonso Máñez, José Estruch, Luis Escobar, Conchita Montes y Julio Caro Baroja fueron desapareciendo al poco tiempo de visitarnos.

Teatra es una revista que siempre sorprende a sus lectores-espectadores porque en ella se reúne el texto con el espectáculo (con la sensorialidad propia de la escena). El juego teatral trasvasado a una revista requiere la complicidad del lector para aceptar las reglas de dicho juego. Como decía el García Lorca epistolar, que no sabía escribir cartas a gente a la que no quería o con la que no tenía confianza, a Teatra le pasa un poco lo mismo: está escrita y diseñada para relacionarse directamente con sus cómplices. "El amante de lo fantástico no juega con la inteligencia sino con el temor: no mira desde fuera, sino que se deja hechizar", escribe Louis Vaux. En términos parecidos se expresa Julio Cortázar al hablar de literatura fantástica: "... son obras que se incorporan como cicatrices indelebles al lector que lo merezca".

El teatro es de la misma estirpe que la literatura fantástica. El teatro es una celebración de renacimiento. El antropólogo William concentró todas sus teorías y estudios en una sola tesis: el teatro se originó en la adoración de la muerte. Semilla, abono, la muerte como germen para que renazca la vida. Bajo todos estos síntomas e indicios se formula también muerteatra: es necesario matar el teatro que tenemos para que renazca con más fuerza, con más ley, con más conciencia de su poder. Mientras siga existiendo afán de trascendencia, o necesidad de entrar en contacto con lo sagrado, el teatro seguirá teniendo una misión que cumplir: la de transportar al espectador una dimensión superior ajena a lo cotidiano.

El teatro será fantástico o no será. Teatra será fantástica o no será. El teatro verdadero es el que emociona, no el que comprendemos. La razón nos vincula a un criterio colectivo adecuado. La emoción nos conduce a una experiencia individual vivida entre los espectadores de un patio de butacas: en ese estado paradójico comienza la fascinación inexplicable del teatro, su incierto magnetismo.

Señoras y señores, entren en nuestro barracón de feria muerteatra y déjense llevar. Dispónganse a jugar y a enfrentarse a sus temores abiertamente, sólo así podrán disfrutar en plenitud de las emociones y sensaciones que les despertará nuestro particular y esperpéntico teatro de la muerte.

Reseña de Prensa



Locos españoles a la conquista de París

Arrabal presenta Teatra en barco

Evelyn Mesquida - Revista Tiempo
París, 14 de Diciembre de 1998

En un barco sobre el Sena, al anochecer y bajo una persistente lluvia otoñal, un grupo de locos españoles apasionados del teatro presentaron en París la revista Teatra. En el contexto del Séptimo Festival de Teatro Hispánico que se está celebrando en Francia, en el que participan durante todo un mes compañías españolas y latinoamericanas, la presentación de la revista dio lugar a un acto pánico apadrinado por Fernando Arrabal y celebrado con máscaras de muerte, calaveras y velatorios.

El equipo de la revista, conjurándola muerte y empapado de vitalismo, quiso "resucitarla" en París "porque es la ciudad civilizada más próxima a nuestro país" y porque en esta ciudad autores y artistas como Arrabal, Arroyo, Agustín Gómez Arcos o Javier Tomeo encontraron "lo que su propio país no supo darles". Según el director de la revista, Juan Antonio Vizcaíno, "lo inclasificables que resultan estos autores para la escena española les llevó a sembrar las semillas de su extravagancia en los escenarios parisinos" y esto convirtió a París "en la capital cultural de España".

"Cuando la belleza o el horror son las últimas expresiones de lo verdadero, las aventuras iconoclastas seducen a los autores de Teatra. Incluso si delante de ellos pasa la vida, como un arroyo en un anubarrado atardecer sombrío…", explicó un risueño Arrabal. Tras el saludo a la capital francesa, que presenta cada semana alrededor de 136 obras de teatro de autores del mundo entero, el grupo Teatra aseguró que "mientras siga existiendo afán de trascendencia, o necesidad de entrar en contacto con lo sagrado, el teatro seguirá teniendo una misión que cumplir: la de transportar al espectador a una dimensión superior, ajeno a lo cotidiano".

TEATRA

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Eduardo Armada